
Ropa y texturas: cómo identificar prendas que irritan o calman
Vestirse puede ser un desafío sensorial. Aprende a reconocer qué telas irritan o calman y cómo adaptar la ropa para que tu niño(a) se sienta cómodo y tranquilo.

Algunos niños autistas experimentan el mundo a través de la piel con una intensidad que a veces pasa desapercibida. Una etiqueta, una costura o una textura pueden sentirse como una picadura, una quemadura o simplemente “demasiado”.
Vestirse, para ellos, no es una rutina: es un desafío sensorial. Algunos especialistas en integración sensorial explican que muchas reacciones frente a la ropa —negarse a usar uniformes, quitarse los zapatos o solo aceptar una camiseta específica— no son conductas desafiantes, sino respuestas fisiológicas a una sobrecarga táctil.
Por qué la piel reacciona así
El sistema táctil de un niño autista puede ser hipersensible (siente demasiado) o hiposensible (siente muy poco y busca estimulación constante):
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Cuando hay hipersensibilidad, los tejidos ásperos o las etiquetas pueden generar dolor o picazón.
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Cuando hay hiposensibilidad, el cuerpo busca sensaciones de presión o peso que ayuden a regular el sistema nervioso.
La terapeuta estadounidense Lucy Miller (2012) y la investigadora Winnie Dunn (1997) demostraron que la manera en que procesamos las sensaciones táctiles influye directamente en la regulación emocional y en la conducta diaria.
Por eso, la elección de la ropa no es un detalle menor: es parte del entorno sensorial del niño.
Tejidos que irritan y tejidos que calman
Pueden irritar o generar rechazo:
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Lana, especialmente la que no es merino (causa picor por sus fibras gruesas).
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Poliéster, nailon y acrílico, que acumulan electricidad estática y atrapan calor.
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Telas rígidas o sintéticas (mezclilla gruesa, gabardina).
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Costuras internas marcadas, etiquetas o bordes con hilos sobresalientes.
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Ropa nueva sin lavar, porque los aprestos y químicos de fábrica aumentan el malestar.
Pueden calmar y generar bienestar:
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Algodón 100 % natural, especialmente peinado o tipo jersey.
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Bambú, modal o viscosa, que son suaves, transpirables y elásticas.
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Spandex o elastano en pequeñas proporciones (5–10 %), que ofrecen ajuste sin presión.
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Franela delgada o algodón tipo camiseta, que se siente suave al contacto con la piel.
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Costuras planas o prendas al revés, para evitar roce directo.
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Ropa un poco ajustada o con peso moderado, que brinda sensación de contención (puede ayudar a niños que buscan presión profunda).
Consejo: Lava las prendas nuevas antes del primer uso con jabón neutro y sin suavizantes perfumados. La textura y el olor también forman parte del estímulo sensorial.
Cómo descubrir qué telas prefiere tu hijo
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Haz una prueba con muestras pequeñas.
Toma trozos de distintos tejidos y deja que el niño los toque, los pase por la cara o los use unos minutos. Observa su reacción.
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Empieza por lo que ya acepta.
Si hay una prenda que le gusta, revisa su composición: ese tejido o textura puede servir de guía.
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Evita los cambios bruscos.
Introduce nuevas telas gradualmente y dentro de contextos predecibles (por ejemplo, una nueva camiseta para estar en casa antes de usarla en el colegio).
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Permite control.
Deja que elija la ropa entre dos opciones. Decidir qué ponerse reduce la ansiedad y fortalece su autonomía.
Cuándo buscar orientación profesional
Si el rechazo a la ropa genera malestar intenso, evita la participación social o interfiere con las rutinas diarias, puede ser útil consultar con:
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Un terapeuta ocupacional especializado en integración sensorial.
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Un pediatra o dermatólogo, para descartar alergias o sensibilidad cutánea.
Ellos pueden evaluar si el problema proviene de una respuesta sensorial, una irritación física o una asociación emocional negativa (como un uniforme escolar incómodo).
Desde el enfoque sensorial y biológico
El objetivo no es “enseñarle a vestirse sin quejarse”, sino comprender cómo su cuerpo experimenta el mundo a través de la piel.
Modificar las prendas o los materiales puede reducir el estrés fisiológico y emocional, mejorando la autorregulación, la concentración y el bienestar general.
Como explica la terapeuta Winnie Dunn, “no se trata de cambiar al niño, sino de cambiar el entorno para que su sistema nervioso pueda funcionar con calma.”

Fuentes y referencias
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Dunn, W. (1997). The Impact of Sensory Processing Abilities on the Daily Lives of Young Children and Their Families: A Conceptual Model. Infants & Young Children, 9(4), 23–35.
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Baranek, G.T. et al. (2006). Sensory Experiences Questionnaire: Discriminating sensory features in young children with autism, developmental delays, and typical development. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 47(6), 591–601.
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Miller, L.J., Schoen, S.A., & Nielsen, D.M. (2012). Sensory Processing Disorder: Implications for Multidisciplinary Practice. American Journal of Occupational Therapy, 66(2), 204–212.
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Autism Parenting Summit (2024–2025). Sessions on Sensory Regulation and Clothing Sensitivities in ASD. Autism Parenting Magazine.
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Odom, S. et al. (2022). Sensory Integration and Self-Regulation in Autism Spectrum Disorder. Frontiers in Psychology, 13:857932.