
Cercanía Sensorial en niños autistas
Algunos niños autistas buscan abrazos o contacto físico para calmarse. Aprende a acompañar esa necesidad sensorial con amor, respeto y límites seguros.

Algunos niños autistas buscan el contacto físico con intensidad: acarician brazos, se acurrucan contra la piel de sus padres o piden abrazos firmes y prolongados. Otros, en cambio, lo evitan o lo toleran solo en ciertos momentos.
Estas diferencias no son “comportamientos raros” ni signos de dependencia: son formas en que el cuerpo autista busca regularse y sentirse seguro.
El contacto piel con piel, la presión profunda y las sensaciones táctiles agradables ayudan a reducir la ansiedad, mejorar la conciencia corporal y promover el descanso.
Por qué ocurre
El sistema nervioso de los niños autistas procesa la información táctil de manera distinta.
Algunos tienen hiposensibilidad, lo que significa que su cuerpo percibe poco el contacto y necesita más estímulos para sentirse presente; otros tienen hipersensibilidad, por lo que el roce leve o inesperado puede resultar molesto o doloroso.
Durante el Autism Parenting Summit 2025, la terapeuta Erin Porter explicó que el contacto físico profundo, cuando se ofrece con respeto, activa el sistema nervioso parasimpático, ayudando al niño a relajarse y regular sus emociones.
Temple Grandin también relató cómo descubrió que la presión constante —a través de su “máquina de abrazos”— podía calmar su cuerpo y mente cuando el mundo se sentía abrumador.
Cómo diferenciar la búsqueda de contacto de la autoestimulación
Tanto la búsqueda de contacto físico como la autoestimulación (stimming) son estrategias naturales que los niños autistas usan para regular su sistema nervioso, pero su función y origen son distintos.
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Búsqueda de contacto físico:
Es una forma de autorregulación táctil o emocional. El niño busca el cuerpo de otro (padre, madre, cuidador) o materiales específicos (mantas, piel, cojines) para obtener presión profunda, calor o cercanía emocional.
Suele aparecer en momentos de estrés, ansiedad, cansancio o necesidad de conexión, y disminuye cuando el niño se siente seguro.
Ejemplo: el niño se recuesta sobre tu brazo, te acaricia o pide “abrazos fuertes” después de una jornada con muchos estímulos.
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Autoestimulación (stimming):
Es una respuesta autorreguladora interna que no necesariamente busca contacto con otros. Se da cuando el niño necesita equilibrar su sistema sensorial mediante movimientos repetitivos, sonidos o fricciones.
El stimming puede incluir balancearse, tocar texturas, apretar objetos o frotar partes del cuerpo, y suele mantener un ritmo propio y constante, sin relación directa con una persona o vínculo.
Ejemplo: el niño frota su brazo repetidamente o acaricia la misma textura durante minutos, incluso sin buscar interacción.
💬 La diferencia principal está en la intención:
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En la búsqueda de contacto, el cuerpo busca conexión y contención.
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En la autoestimulación, el cuerpo busca regulación interna o equilibrio sensorial.
Ambas son conductas legítimas, no “malas costumbres”, y no deben reprimirse, sino comprenderse.
La clave está en ofrecer alternativas sensoriales seguras: si el niño necesita presión, puede usar una manta pesada o un cojín corporal; si necesita estimulación táctil, puede explorar diferentes texturas o masajes con objetos suaves.
En el Autism Parenting Summit 2025, Erin Porter y la terapeuta Laura Leach coincidieron en que la prioridad es observar el propósito del contacto, no la forma, y acompañar desde la calma y la empatía, no desde la corrección.
¿Qué hacer?
1. Deja que el niño guíe el contacto.
Si busca tu piel o tus abrazos, ofrécelos con calma, sin imponerlos ni retirarlos bruscamente. Pregunta o usa señales visuales para asegurarte de que el contacto es deseado.
2. Usa recursos de presión profunda
Mantas con peso moderado, cojines densos, prendas ajustadas y abrazos suaves pero firmes pueden brindar contención sin necesidad de contacto directo.
3. Crea rituales de conexión segura.
Una caricia antes de dormir, un abrazo al llegar a casa o un masaje con crema tibia después del baño ayudan a asociar el contacto con placer y seguridad.
4. Observa los límites.
Si en algún momento el niño se aparta, evita insistir. La autorregulación también implica saber cuándo detener el estímulo.
5. Consulta a un terapeuta ocupacional especializado en integración sensorial.
Puede recomendar ejercicios de propiocepción (como saltar, enrollarse en mantas o empujar objetos pesados) que ofrecen el mismo tipo de presión profunda sin depender solo del contacto humano.
Qué evitar
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Forzar abrazos o caricias “para que se acostumbre”.
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Interpretar la búsqueda de contacto como manipulación o falta de límites.
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Usar el contacto físico como castigo o recompensa.
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Rechazar la necesidad táctil por temor a que “no madure”.
Cuidar el cuerpo: enseñar límites y seguridad
Algunos niños autistas disfrutan del contacto físico como forma de autoestimulación o exploración sensorial, especialmente cuando sienten ansiedad o necesitan calmarse. Acariciar, apoyarse o buscar presión no tiene una intención inadecuada: es una respuesta corporal, no social.
Sin embargo, cuando el contacto se da sin distinguir con quién, cuándo o cómo, puede exponerlos a situaciones de riesgo con adultos malintencionados o personas que no respeten su vulnerabilidad.
Por eso, además del acompañamiento sensorial, es fundamental enseñar —con paciencia, lenguaje visual y ejemplos concretos— el concepto de “mi cuerpo es mío” y “hay abrazos seguros y abrazos que no”.
Pautas prácticas para enseñar límites con amor
1. Nombrar el cuerpo con naturalidad
Llamar cada parte del cuerpo por su nombre correcto permite que el niño comunique con claridad si algo lo incomoda.
2. Diferenciar el contacto seguro.
Usa pictogramas o juegos de roles para mostrar quién puede abrazar (mamá, papá, familiares cercanos) y en qué contextos (saludar, dormir, consolar).
3. usar el consentimiento táctil.
Enseña frases o gestos simples como “¿te puedo abrazar?” o “no quiero tocar”. Reforzar su derecho a decir “no” es una forma de empoderarlo, no de alejarlo.
4. Establecer rutinas de contacto regulado.
Cuando necesite presión o cercanía, ofrece alternativas seguras: mantas pesadas, cojines sensoriales, masajes guiados por mamá o papá.
5. Supervisar el entorno.
En contextos terapéuticos o educativos, el contacto físico debe ser siempre profesional, con consentimiento, presencia de otros adultos y límites claros.
Educar en límites no contradice la crianza amorosa: la fortalece.
Un niño que aprende a reconocer su cuerpo como suyo es también un niño más seguro, más regulado y más libre.

Fuentes y referencias:
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Porter, E. (2025). Self-regulation, connection and sensory communication in autism. Autism Parenting Summit 2025.
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Leach, L. (2025). Sensory Boundaries and Regulation in Childhood. Autism Parenting Summit 2025.
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Grandin, T. (2013). The Autistic Brain. Houghton Mifflin Harcourt.
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Baranek, G. T. et al. (2022). Tactile processing and self-regulation in autism spectrum disorder. Journal of Autism and Developmental Disorders.
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Heller, S. (2023). Too Loud, Too Bright, Too Fast, Too Tight: Understanding the Sensory World of Autism. Simon & Schuster.
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Dunn, W. (1997). The Impact of Sensory Processing Abilities on the Daily Lives of Young Children and Their Families. Infants & Young Children, 9(4), 23–35.
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Miller, L. J., Schoen, S. A., & Nielsen, D. M. (2012). Sensory Processing Disorder: Implications for Multidisciplinary Practice. American Journal of Occupational Therapy, 66(2), 204–212.